19 Igualmente para los que habían quedado en la ciudad no era menor
la ansiedad, preocupados como estaban por el ataque en campo raso.
20 Todos aguardaban la decisión inmimente. Los enemigos se habían
concentrado y el ejército se había alineado en orden de batalla. Los
elefantes se habían situado en lugar apropiado y la caballería estaba
dispuesta en las alas.
21 Entonces Macabeo, al observar la presencia de las tropas, la
variedad de las armas preparadas y el fiero aspecto de los
elefantes,
extendió las manos al cielo e invocó al Señor que hace prodigios, pues bien
sabía que, no por medio de las armas, sino según su decisión, concede él la
victoria a los que la merecen.
22 Decía su invocación de la siguiente forma: «Tú, Soberano,
enviaste tu ángel a Ezequías, rey de Judá, que dio muerte a cerca
de
185.000 hombres del ejército de Senaquerib;
23 ahora también, Señor de los cielos, envía un ángel bueno delante
de nosotros para infundir el temor y el espanto.
24 ¡Que el poder de tu brazo hiera a los que han venido blasfemando
a atacar a tu pueblo santo!» Así terminó sus palabras.
25 Mientras la gente de Nicanor avanzaba al son de trompetas y
cantos de guerra,